La carrera por los megaproyectos solares en el norte de África que atrae a los europeos

Entre los yacimientos de la carretera que lleva a Rjim Maatoug, a lo largo de la frontera argelina y a 120 kilómetros de Kébili, en el sur de Túnez, solo transitan camiones cisterna de hidrocarburos en un ballet incesante. A esta zona, donde se enhebran pueblos de aspecto idéntico, bordeados por un palmeral que se extiende 25 kilómetros, solo se puede acceder con la autorización del Ministerio de Defensa. “Antes esto era un desierto. Construimos este nuevo oasis con el reto de contrarrestar el avance del las dunas y con el objetivo de sedentarizar a las comunidades nómadas”, explica un soldado presente en el lugar.

Frente a estos palmerales, introducidos a finales de los años ochenta con la ayuda de fondos europeos —en particular los de la Agencia Italiana de Cooperación al Desarrollo (AICS)—, se espera que vea la luz una gigantesca central solar construida por la empresa tunecino-británica TuNur, según confirman los documentos de planificación consultados por este diario. “La energía solar y la eólica son infinitas, y Túnez tiene abundancia de ambas”, dice la entidad en su nueva página web. El objetivo de TuNur, que tiene previsto producir 4,5 GWh de electricidad para exportar a Italia, Francia y Malta, es “suministrar electricidad de bajo coste a dos millones de hogares europeos”, a través de una línea de transmisión que unirá Túnez con Europa vía Italia, y así reducir las emisiones europeas de CO₂ en cinco millones de toneladas al año.

Establecida en Túnez desde finales de 2011, TuNur ha anunciado en repetidas ocasiones la inminente construcción de la que será la nueva planta de energía solar por concentración (CSP, por sus siglas en inglés) más grande del mundo, pero hasta ahora no ha emergido. Pese a que muchos industriales consideran que el proyecto es “irreal” por su altísimo coste, en agosto de 2022, el director general de la empresa anunció que estaba considerando una inversión inicial de 1.500 millones de euros para la instalación del proyecto.

Para Ali Kanzari, principal asesor de TuNur en Túnez y presidente de la Cámara Sindical Fotovoltaica Tunecina (CSPT), “el comercio con Europa es estratégico y no debe limitarse a los dátiles y el aceite de oliva”. En su opinión, lo que falta es, sobre todo, “la voluntad política”. “Túnez está en el corazón del Mediterráneo, somos capaces de satisfacer las crecientes necesidades de Europa en materia de energía verde. Y, aun así, seguimos mirando nuestro desierto sin explotarlo”, reflexiona.

TuNur es una continuación de la Iniciativa Industrial Desertec (Dii). El proyecto, muy criticado por sus diseños extractivistas, pretendía “revolucionar el mundo de la energía con la mayor idea del siglo XXI”: aprovechar la energía solar del desierto más grande del mundo, el Sáhara. Los industriales esperaban desplegar una red de centrales termosolares concentradas en el norte de África y Oriente Medio para cubrir más del 15% de las necesidades de electricidad de Europa en 2050, lo que permitiría a las economías europeas crecer “en equilibrio con el medio ambiente”. Debido a las disensiones internas y a la falta de financiación, el proyecto completo nunca llegó a materializarse y se abandonó en 2012.

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