La petrolera multinacional estadounidense Chevron cumplió 25 años en la Argentina, de los cuales casi la mitad los transitó asociada a YPF en Vaca Muerta, que permitió conocer el comportamiento de la «roca madre», que la industria aprenda y baje los riesgos y costos de extracción del shale oil y gas.
De cara a una nueva etapa que se abre en la formación no convencional, el presidente de la filial latinoamericana de Chevron, Javier La Rosa, marcó 4 condiciones fundamentales para destrabar el potencial de inversiones.
- Normas estables y que se cumplan los derechos adquiridos por las empresas
- Libre movimiento de capitales (flexibilizar o levantar el cepo al dólar)
- Libertad en la disposición de la producción del petróleo y el gas (para decidir en base a la competencia dónde colocarlo: en el mercado interno o destinarlo a exportaciones)
- Desarrollo de infraestructura de evacuación (oleoductos y gasoductos) para conectar a los productores con los consumidores
El listado, mencionado durante el discurso del ejecutivo peruano en un festejo en el Palacio Duhau al que fueron unos 50 referentes de la industria, permite conocer de primera mano las necesidades de las multinacionales para crecer en el país.
Sin ir más allá, son las mismas condiciones que requieren otras firmas similares que operan en el país, como la angloholandesa Shell o la francesa TotalEnergies, para multiplicar su producción en la Argentina.
Hasta tanto no estén cumplidas y con la certeza de que se sostendrán en el tiempo, las empresas extranjeras aumentarán poco su exposición al riesgo argentino, teniendo en cuenta la historia de defaults y expropiaciones.
De hecho, el sector energético está copado por capitales locales, que -por ejemplo- vieron oportunidades en la salida de la estadounidense ExxonMobil, comprada por Pluspetrol en 1.700 millones de dólares. También compitieron YPF, Pan American Energy (PAE), Vista y Tecpetrol.
Los planes de Chevron en Vaca Muerta
Chevron, por su lado, entró a la Argentina en 1999 -en pleno proceso inverso, cuando las multinacionales compraban empresas locales-, cuando adquirió por US$ 1.000 millones a la compañía San Jorge.
En 2013, la firma se convirtió en la primera petrolera extranjera que apostó fuerte a Vaca Muerta, de la mano de un acuerdo millonario con YPF, cuyas acciones habían sido estatizadas el año anterior por el gobierno de Cristina Kirchner.
Para permitir su desarrollo, las autoridades de entonces diseñaron el Decreto 929/2013, que habilitaba la libre comercialización del 20% de la producción con 0% de derechos de exportación (retenciones), así como la libre disponibilidad de los dólares, pero recién a los 5 años de que empezaran proyectos por más de US$ 1.000 millones de inversiones.
Esa normativa fue cuestionada como un «traje a medida» de Chevron cuando el tercer gobierno kirchnerista ampliaba su intervención en la economía, aunque pronto todas las multinacionales fueron buscando aplicar a sus beneficios. Más tarde, quedaron atrapadas por el cepo.
En la actualidad, Chevron opera una producción superior a los 12.000 barriles equivalentes por día (boed) de petróleo en el campo El Trapial Este, donde puso en marcha una planta de procesamiento de crudo con un tren de capacidad de 20.000 barriles diarios, para quitarle el agua y otras impurezas.
Hacia 2026, la empresa planea instalar otra planta igual para duplicar esa capacidad. El petróleo lo colocará en el Oleoducto Vaca Muerta Sur (VMOS), en donde todavía mantiene negociaciones con YPF para participar con cargamentos y financiamiento propio -equity-.
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