La polémica fiebre eólica con la que Noruega quiere dar portazo a su pasado petrolífero

Tras años alimentando su motor económico a base de combustibles fósiles, Noruega quiere zanjar su pasado como país de petróleo y gas. La energía eólica se ha convertido en la gran apuesta del Gobierno noruego para encabezar la carrera por la economía verde. Con ese propósito, una veintena de parques de aerogeneradores se están construyendo en todo el territorio, y aunque varias plantas se basan en licencias de los años 2000, cerca de la mitad de los 37 parques actualmente en marcha se han levantado en los últimos dos años.
La fiebre eólica también ha encendido una las mayores controversias de la política noruega de los últimos tiempos. ¿Un estado exportador y líder en el sector hidroeléctrico necesita generar más energía? Es la pregunta que divide al país en el debate energético con vistas a mitigar el cambio climático, cuando el debate energético se ve salpicado por manifestaciones y episodios de tensión contra la instalación de turbinas eólicas.
El hecho de que la producción de energía eólica esté, en principio, libre de emisiones, no significa que sea respetuosa con el medio ambiente, sostienen los ambientalistas. “La energía eólica representa una industrialización a gran escala de la naturaleza noruega que no hemos visto antes. Los cambios de la tierra, con los ecosistemas congestionados, amenazan hoy la biodiversidad en el mundo. Destruir aún más la naturaleza no es el camino a seguir para resolver el problema climático”, escribe en el diario local Varden Sølve M. Rønningen, director de la organización conservacionista Naturvernforbundet en Telemark.
Más de lo que el mercado necesita
“Se está construyendo más de lo que el mercado necesita. El desarrollo de la energía eólica debería ser resultado de un proceso más exhaustivo”, afirma en una entrevista para la cadena NRK Christian Rynning Tønnesen, presidente de Statkraft, la compañía hidroeléctrica estatal de Noruega. Principal productor de energía eólica en el norte de Europa, Statkraft perdió en mayo mil millones de coronas en su inversión en el futuro parque eólico terrestre más grande del continente, Fosen Vind, en Trøndelag, por culpa del coronavirus y un invierno húmedo. “En diez años, la energía eólica se ha vuelto un 70% más asequible, con el inconveniente de un desarrollo eólico más rápido de lo previsto, por lo que el conflicto aumenta, al realizarse muchos proyectos de repente que la sociedad no esperaba”, recalca Rynning Tønnesen.
En la oleada de protestas, nació en noviembre pasado el movimiento Motvind Norge («Noruega contra el viento»), que ha ganado en popularidad en la lucha por salvar las áreas naturales locales como Haramsfjellet y Øyfjellet, donde ha habido manifestaciones y acciones policiales en las últimas semanas. Con 13.000 socios y una recaudación de un millón de coronas (unos 92.000 euros), la organización no descarta aprovechar ese tirón para presentarse a las próximas elecciones al Storting (el Parlamento noruego).
“Este apoyo muestra que la gente tiene fe al posicionarse. Estas acciones afectan a la vida de las personas, con valores reales como la vivienda y la salud”, observa Eivind Salen, presidente de la organización que el 5 de junio vivió su primera derrota en los tribunales, al ser condenada a pagar 1,35 millones de coronas en costos a la empresa Vardafjellet Vindkraft y al Ministerio de Petróleo y Energía. Motvind está considerando apelar la decisión. “Si todos los miembros pagan 100 coronas, tendremos el dinero de inmediato. Nos quieren asustar, pero seguimos adelante”, responde su presidente al diario Klassekampen.
Un activo para las empresas extranjeras
La capacidad eólica noruega, un sector sin restricciones, atrae cada vez más a las empresas de fuera. En 2019, la proporción de aerogeneradores marinos de propiedad extranjera llegaba al 50,9% y, este año al 61,7%, asegura la Dirección de Recursos Hídricos y Energía de Noruega (NVE, en sus siglas en noruego). De la energía total que las 25 plantas en construcción producirán, las compañías extranjeras poseen el 75%, según La Unión Noruega de Energía Eólica, Norwea. “Casi todos los parques construidos entre 2018 y 2020 son de propiedad extranjera. Las autoridades han hecho de la destrucción de la naturaleza noruega un gran negocio”, escribe en el periódico Bergens Tidende el economista Rolf Mork-Knudsen.
En Nordland, donde los renos pastan en invierno, hoy se trabaja en la instalación de una las mayores centrales de Noruega. Situada en la montaña de Øyfjellet, en el municipio de Vefsn, conocido por su industria del aluminio, 72 turbinas, de 180 metros de altura, generarán energía para el consumo anual de 65.000 hogares noruegos. Previsto para 2021 y con un coste equivalente a 420.000 euros, el parque eólico nació de un proyecto municipal de bienestar para incentivar los paseos a la montaña, muy popular en las rutas senderistas. La solución para sufragar su alto coste fue abrir una planta de aerogeneradores, un plan aprobado en 2014 que atrajo a empresas extranjeras y que finalmente ganaría la compañía alemana de inversión Aquila Capital.
¿Más parques eólicos o más eficiencia?
Los partidarios de la política del gobierno noruego apuntan a la necesidad de generar más energía para frenar el cambio climático, cuando el país consume “más de la mitad de la energía total de combustible fósil”. “En 2017, se utilizaron 143 teravatios por hora (TWh) de energía fósil, y el mismo año se emplearon 133 teravatios-hora de renovable. El parlamento tiene como objetivo 10 TWh de eficiencia energética para 2030, pero se necesita más energía renovable para asegurar las oportunidades de crecimiento industrial del futuro”, señala en el diario Dagabladet John Hammarqvist, director de comunicación de la empresa sueca Eolus, encargada de construir el parque eólico de Øyfjellet.
El activista Hogne Hongset, autor del libro Vindbaroner («Los barones del viento»), en el que denuncia el interés de los desarrolladores de la energía eólica en apelar a la crisis climática para justificar la destrucción de la naturaleza virgen a gran escala, señala que Noruega necesita entre 30 y 50 teravatios-hora para una electrificación integral, sobre los datos de Statnett, empresa estatal responsable de la red eléctrica de potencia, una cantidad que se puede obtener mediante una combinación de eficiencia energética, nueva energía hidroeléctrica, energía solar, y una reducción de las exportaciones de energía reducidas. “Noruega exporta alrededor de 14 teravatios-hora en un año normal, una gran cantidad de electricidad. Las nuevas plantas eólicas aumentarán las exportaciones de energía pero, ¿por cuánto tiempo? Alemania ha abierto una nueva central eléctrica de carbón con una capacidad siete veces mayor que Øyfjell”, cuestiona Hongset.
El mar, el futuro eólico
En los últimos meses, la resistencia ha aumentado contra la energía eólica en tierra y en el mar. El 13 de junio, durante la inauguración de dos parques eólicos flotantes en la costa Haugesund y Stavanger, anunciados como los mayores del país, la ministra de Petróleo y Energía, Tina Bru, fue increpada con insultos por algunos oponentes. “Debo reconocer que por primera vez me sentí incómoda e insegura en esta situación”, escribía la ministra en su cuenta de Facebook, coincidiendo con la publicación del reportaje del diario VG en el que la gerente del proyecto eólico de la isla Frøya, a las afueras de Trondheim, uno de los focos de la protesta, describe experiencias aterradoras de los oponentes de la energía eólica.
El secretario general de Motvind, Rune Haaland, ex presidente del laboratorio de ideas europeo Unión del Vehículo Eléctrico, asegura que habrá movilizaciones contra el desarrollo de la energía eólica en las áreas marinas vulnerables y biológicamente importantes. “No debería haber turbinas cerca de las zonas de desove, que hagan desaparecer especies marinas como en Escocia e Irlanda”, recuerda Haaland.
Proteger la naturaleza y actuar sobre el cambio climático requiere priorizar el valor de la naturaleza sobre los cálculos socioeconómicos y abrir la participación ciudadana al proceso de toma de decisiones, pero también, según los investigadores Johan Hustad, director de la NTNU Energy, y John Olav Giæver Tande, jefe científico de la organización independiente SINTEF, expandir la energía eólica marina flotante, prevista la segunda mayor fuente de energía global en capacidad instalada para 2040. “Su gran potencial permite aprovechar enormes recursos eólicos y con menos conflictos. Noruega tiene una gran capacidad competitiva, en parte gracias a su industria petrolera y experiencia marítima. Debe aprovechar esta ventaja competitiva ahora”, sugieren los investigadores.
El cable de alimentación submarino más grande del mundo
El país nórdico fue pionero de la energía eólica marina con la instalación en 2009 de la primera turbina eólica a gran escala del mundo, Hywind, cerca de Karmøy, y la construcción y operación del primer parque eólico flotante del mundo, Hywind Scotland, en 2017. La industria noruega se ha fijado el objetivo de alcanzar una cuota del 10% en el mercado eólico marino mundial para 2030, lo que implica multiplicar por diez las exportaciones.
En esa senda, los trabajos avanzan en la construcción del North Sea Link, el cable de alimentación submarino más largo del mundo, de 720 kilómetros, que exportará e importará energía entre Noruega y Reino Unido, un proyecto de 20.000 millones de coronas acogido con entusiasmo por el sector con vistas a los precios de la electricidad de Noruega cuando se complete en 2021. Este año también acaba la obra de un nuevo cable para Alemania (Nordlink de Sirdal), que fortalecerá la conexión con el norte de Europa. Cuando ambos cables estén listos, Noruega tendrá 19 conexiones de energía en el extranjero.
Con el ánimo de relajar la tensión, la ministra de Energía y el ministro de Clima y Medio Ambiente, Sveinung Rotevatn, presentaron presentó el viernes pasado un informe parlamentario, anunciado como una medida histórica de “austeridad” para revisar el sistema de concesiones para los nuevos desarrollos de energía eólica, que recoge medidas más restrictivas de los plazos de las licencias, la altura de las turbinas eólicas y la distancia con las poblaciones vecinas, además de un mayor papel para las comunidades locales.
Salen, líder de Motvind, interpreta la austeridad como un reconocimiento a los contrarios de la energía eólica, pero reivindica que no les van detener. “Las protestas son demasiado fuertes para detenerse por un anuncio parlamentario débil. El gobierno no acepta que la mayoría parlamentaria solicite que la energía eólica debe estar regulada por la Ley de Planificación y Construcción, en lugar de la Ley de Energía. Hacerlo otorgará a los municipios derechos de veto en casos de desarrollo”.

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