Las energías renovables serán más económicas que las plantas de combustibles fósiles para 2030

La energía solar y eólica dominará el mercado mundial de la energía al final de la década, ya que su instalación es más barata que los costos operativos de las instalaciones de combustibles fósiles, según un informe publicado hoy por la consultora de gestión McKinsey & Company, con sede en los Estados Unidos.
El estudio 2021 Global Energy Perspective predice que las plantas de energía solar y eólica constituirán casi la mitad de la capacidad mundial de generación de energía para 2035 y cita la competitividad de los costos del hidrógeno verde alimentado con energías renovables para 2030 como otro cambio de juego para la transición energética.
Con la demanda mundial de energía a partir del carbón ya en su punto máximo, según el informe, el momento cumbre para el petróleo se alcanzará en 2029 y para el gas, en 2037, ha pronosticado McKinsey. Eso se sumaría a la sed del mundo por todos los combustibles fósiles combinados, que alcanzará su punto máximo en 2027.

Veamos ahora cuatro escenarios para el sector de la energía

El informe de McKinsey considera cuatro escenarios de energía de cara al futuro y, en su caso de referencia de continuidad, predice que el mundo se encuentra actualmente «significativamente fuera de la trayectoria de 1,5C [grados centígrados]», en términos del nivel máximo deseado de calentamiento global.
Para mantener el aumento de la temperatura mundial a no más de 1,5C este siglo se necesitaría que las emisiones de carbono se reduzcan a la mitad esta década y que disminuyeran en un 85% para mediados de siglo, según el estudio, que prevé que el mundo agotará su presupuesto de carbono para 2100 a «principios de la década de 2030».
Además del sombrío caso de referencia, el estudio plantea dos perspectivas futuras optimistas: una coherente con una trayectoria de calentamiento mundial de 1,5C y un escenario más ambicioso en el que se aceleran 10 tendencias existentes, como el paso a los vehículos eléctricos.
La última perspectiva, que es la más pesimista, se basa en que los encargados de la formulación de políticas en todo el mundo den prioridad a una recuperación económica del Covid-19 en perjuicio de la legislación impulsada por la transición energética.
Se estima que el impacto del Covid-19 ha afectado a la demanda mundial de energía en un grado tal que la recuperación podría tardar de 1 a 4 años, según el informe McKinsey, con una recuperación de la demanda de electricidad y gas más rápida que la del petróleo.
Sin embargo, en el informe se considera que la continuación de las tendencias prepandémicas, como la reducción de la propiedad de automóviles, es un factor más influyente en la transición energética que el impacto de la crisis sanitaria mundial.

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