Las esperanzas en el avance de la transición energética hacia una energía limpia, a nivel global, han perdido fuerza tras la pandemia. La demanda de energía y los precios de los combustibles fósiles no hacen sino demostrar que el mundo depende con fuerza de estos últimos. La demanda de carbón y gas natural ha superado los máximos anteriores al COVID-19. Y en cuanto al petróleo, avanza en esa línea.
Tras la pandemia, la demanda de energía se ha vuelto a disparar y ha puesto de manifiesto la dependencia de los combustibles fósiles. Los indicadores son claros: escasez de gas natural a nivel mundial; precios de gas y carbón; escasez de energía en China; y precios del petróleo.
Según Cuneyt Kazokoglu, jefe de análisis de la demanda de petróleo de FGE, en declaraciones a Reuters, que recoge Infobae:
«La caída de la demanda durante la pandemia estuvo totalmente relacionada con la decisión de los Gobiernos de restringir los desplazamientos y no tuvo nada que ver con la transición energética».
Y, además:
«La transición energética y la descarbonización son estrategias que requieren décadas y no se producen de la noche a la mañana».
Actualmente, según la Agencia Internacional de la Energía, más de tres cuartas partes de la demanda mundial de energía se siguen cubriendo con combustibles fósiles. Además, no llega ni a una quinta parte la que procede de energías renovables.
Las políticas de transición energética están viviendo fuertes críticas por el aumento de los precios de la energía. En zonas como Europa, los elevados precios del carbono han mantenido a raya la producción con carbón. En países como China, el Gobierno ha tenido que tomar medidas para racionar la energía a la industria pesada.
La transición energética y las renovables como solución
Sin embargo, gran parte del aumento de los precios de la energía se debe simplemente a que los productores interrumpieron buena parte de su producción durante la pandemia. Entonces, la demanda sufrió una caída sin precedentes.
Ahora, tras la pandemia, los productores de gas, carbón y, en menor medida, de petróleo se han visto sorprendidos por la recuperación económica. Y, en gran parte, como consecuencia del estímulo de los gobiernos a las industrias de alto consumo energético.
Además, las políticas nacionales también han influido en los problemas de suministro eléctrico. En China, los precios estatales de la electricidad hacen que las empresas energéticas no puedan permitirse quemar carbón y vender esa energía. El coste del carbón es demasiado alto para obtener beneficios.
En consecuencia, las empresas chinas producen por debajo de su capacidad para no perder dinero, no porque no puedan producir más.
Mientras tanto, la mayoría de los proyectos de gas tardan varios años en diseñarse y construirse. Así, la escasez actual es una muestra de que las decisiones de inversión tomadas prepandemia fueron anteriores al impulso político hacia la transición energética.
Las políticas de transición energética no son las culpables de la crisis, según explicaba recientemente Fatih Birol, director de la AIE:
«Las transiciones energéticas limpias bien gestionadas son una solución a los problemas que vemos hoy en los mercados del gas y la electricidad, no la causa de los mismos».
Carbón y gas natural
Los datos de la AIE muestran que la demanda mundial de carbón superó los niveles anteriores a la pandemia a finales del año pasado. Además, se prevé que este año la demanda mundial de carbón aumente un 4,5%, superando los niveles de 2019.
La oferta mundial de carbón es escasa. La causa está en China, responsable de cerca de la mitad de la producción mundial. El país ha endurecido las normas de seguridad en las minas, tras una serie de accidentes que han reducido la oferta.
En cuanto al gas natural, la demanda cayó un 1,9% el año pasado, siendo su descenso menor que el de otras fuentes de energía. Las empresas energéticas aumentaron la producción de electricidad para satisfacer las necesidades de calefacción durante el invierno. Sin embargo, la AIE prevé que la demanda de gas aumente un 3,2% en 2021, hasta superar los 4 billones de metros cúbicos. Así, los niveles se pondrían por encima de los de 2019.
El GNL representa algo más del 10% de la oferta mundial, pero se comercializa más fácilmente en todo el mundo, por lo que puede utilizarse con mayor facilidad para cubrir las crisis de suministro a corto plazo.
Petróleo
Según expertos en seguimiento de este sector: la demanda de petróleo, que será la última en recuperarse, volverá a situarse en los niveles anteriores a la pandemia. Es decir, por encima de los 100 millones de barriles diarios, en algún momento del próximo año.
Los altos precios del petróleo se deben a que la OPEP y los productores aliados aún tienen millones de barriles diarios de producción fuera de servicio. Es consecuencia de los recortes récord en la oferta durante la pandemia, en consonancia con la caída de la demanda de combustible para el transporte.
El club de productores OPEP ofrece la predicción más sólida para un repunte de la demanda, situando la fecha de recuperación en el segundo trimestre de 2022.
En esa línea, se estima que el repunte de precios del petróleo podría seguir en las próximas dos décadas. Según Nikos Tsafos, analista principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS):
«Los precios de los combustibles fósiles seguirán siendo volátiles.
El riesgo de un desequilibrio entre la oferta y la demanda es mayor en un mercado que se está reduciendo y en el que los argumentos para seguir invirtiendo son débiles, lo que podría producir repuntes a corto plazo en el precio».