Los fondos europeos y la alta factura de luz impulsan la biomasa

El sector prevé récord de ventas de calderas de pellets hasta 2022.

El coste de la instalación varía entre 2.500 y 12.000 euros.

El inclemente y constante aumento del precio de la electricidad, espoleado sobre todo por el encarecimiento del gas natural, ha empujado a muchos consumidores a buscar soluciones para abaratar la factura de la luz y de la calefacción. Una de las alternativas que ha tomado mayor impulso durante este año ha sido la biomasa, un tipo de renovable que utiliza materia biológica (como puede ser la madera o los huesos de aceituna) para producir energía.

Foto: Dos trabajadores en las instalaciones de biomasa de Veolia en Móstoles (Madrid).

“Tanto este año como el próximo van a ser ejercicios de récord de instalación de equipos de biomasa”, asegura Javier Díaz, presidente de Avebiom, la Asociación Española de Valorización Energética de la Biomasa. Entre los principales atractivos de esta alternativa energética se encuentran la estabilidad de su precio, el cual apenas ha variado “un 5% en los últimos ocho años”, y el ahorro que conlleva, que actualmente ronda “el 40% respecto al gas” y el “55% en comparación con el gasóleo”, explica Díaz.

Avebiom: en ocho años el precio del granulado de madera apenas ha variado un 5%

Para poder instalar una caldera de pellet (biomasa sólida en forma de cilindros muy pequeños), el primer requisito es contar con un espacio para almacenarla. En una vivienda particular se necesita aproximadamente un metro cuadrado por dos metros de altura, mientras que para la comunidad de vecinos de un edificio, el espacio que se requiere es el equivalente a una plaza de garaje. “En algunos sitios es precisamente lo que se está haciendo: aprovechar una plaza de garaje para colocar el silo de pellet”, indica Díaz.

En total, el coste de la instalación de este silo y del equipo necesario para el funcionamiento de la caldera de biomasa oscila en una horquilla de entre 250 y 570 euros por vecino, según Avebiom, cifra que se tiene que multiplicar por los kilovatios de potencia. En resumidas cuentas, en un bloque de viviendas, cada vecino pagará aproximadamente unos 2.500 euros por toda la instalación, mientras que en una casa unifamiliar el coste ascenderá a entre 8.000 y 12.000 euros.

El gas, el enemigo a batir

La principal barrera para la expansión de la biomasa es la desigual pelea que libra contra su máximo competidor, el gas natural. “Ninguna tecnología renovable puede competir con el gas, porque es muy barato. Todo el país está gasificado. Se ha hecho una política muy expansiva de gas durante tres décadas en España y ahora deshacerlo es complicado”, explica Margarita de Gregorio, directora de APPA Biomasa y coordinadora de Bioplat (la Plataforma Española de la Biomasa), quien se lamenta de que, si bien al día de hoy el gas natural es más caro, se prevé que sea algo temporal.

“Normalmente estas cosas duran un año y el invierno que viene ya no estará tan alto. Pero si estos precios se repitiesen un inverno tras otro, entonces sí haría que la gente se lo pensase mucho más”, argumenta De Gregorio.

APPA: las calderas de pellet que se ponen hoy son para sustituir al carbón y al gasoil

Otra de las grandes desventajas que sufre la biomasa respecto al gas es la fácil instalación de este último y el desconocimiento de la población en torno a la primera. “Existe muchísima desinformación sobre la biomasa y, en caso de querer pasarte a ella, el instalador del barrio muchas veces no la tiene. El gas, en cambio, está en la puerta, te enchufas a él y ya está. Competir con eso es difícil. Aun así, salen proyectos”, añade De Gregorio.

Una montaña de pellets en la misma planta de Veolia.

Donde sí es muy competitiva, resalta la directora de APPA Biomasa (Asociación de Empresas de Energías Renovables), es para sustituir las calderas de gasoil o de carbón. “Ese cambio sí que es natural, es perfecto, porque el espacio en el que se estaba poniendo el gasoil o el carbón ahora se puede utilizar para almacenar la biomasa”, lo que abarata y facilita el coste de la instalación.

Además, el ahorro en el consumo es notable. Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica, en 2019 el gasóleo finalizó con un precio por kWh de 5,90 euros, frente a los 4,19 euros del pellet. Al día de hoy, indica De Gregorio, “todas las calderas de biomasa que se están poniendo es porque sustituyen carbón o gasoil”.

Las ayudas de Europa

Uno de los grandes motivos para decidirse a dar el paso a la caldera de biomasa en este momento es la llegada de los fondos europeos. En el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia se contempla una partida inicial de 100 millones de euros para la instalación de equipos de climatización con energía renovable en el sector residencial, ampliable en otros 100 millones de euros más.

Dentro de este paquete se incluye la biomasa, que representa el 90,9% de las energías limpias utilizadas en España para uso térmico, muy lejos de la solar térmica, la segunda, que apenas supone el 7,4%.

UN GRAN ALIADO EN LA LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

Menos gases. “En estos momentos se está trabajando en la trasposición de la normativa europea, que en el caso de la biomasa obliga a reducir un 80% las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a los combustibles fósiles. Eso, hoy por hoy, se cumple sin ningún problema en todos los biocombustibles sólidos que se están usando en España”, asegura el presidente de Avebiom, Javier Díaz.

Evita incendios. Una de las principales materias primas utilizadas en la industria de la biomasa son los restos de madera de los montes. Su extracción ayuda a mantener el terreno limpio y evitar así la generación de plagas y de incendios. “Y en caso de producirse uno, se puede penetrar fácilmente en el monte para apagar el fuego. No son incendios de quinta generación, sino mucho más controlables. Además, se crea empleo en la España vaciada”, comenta Margarita de Gregorio, de APPA Biomasa.

Recurso forestal

España tiene un gran margen de mejora en el desarrollo de su industria de biomasa porque cuenta con una gran cantidad de materia prima para hacerlo. “España es el tercer país en recursos forestales de Europa y, sin embargo, no tenemos esa cultura de aprovechamiento del monte que sí hay en otras zonas del norte del continente”, se lamenta De Gregorio.

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