Castilla-La Mancha lleva años posicionándose como una pieza fundamental en el nuevo mapa energético español. Con el 85 % de su potencia eléctrica instalada procedente de fuentes renovables, se encuentra muy por encima de la media del país. Pero mientras avanza en su apuesta solar y eólica, sigue atada a la energía nuclear, lo que genera tensiones entre sostenibilidad, coste y suministro.
La comunidad autónoma, que acumula el 14 % de toda la electricidad generada en el país, sigue aportando más de un 23 % de su mix desde la central de Trillo, aún operativa. La coexistencia entre lo viejo y lo nuevo pone a Castilla-La Mancha en un punto crítico: ¿será el corazón renovable de España o se quedará atrapada en modelos energéticos del pasado?
Castilla-La Mancha: energía limpia, pero con trabas
En el mapa nacional de renovables, Castilla-La Mancha aparece en lo más alto, con cifras que sólo superan Castilla y León y Aragón. Aquí, el Sol y el viento son mucho más que piezas del paisaje: son activos estratégicos. La energía solar fotovoltaica lidera la producción eléctrica de la comunidad con más del 35 %, seguida por la eólica. Juntas, estas dos fuentes suman casi dos tercios de la energía generada en la comunidad autónoma.
Este liderazgo se explica, en parte, por la gran disponibilidad de suelo y las condiciones climáticas favorables. Pero no basta con producir energía: hay que saber moverla. La falta de puntos de conexión y de redes adaptadas limita su capacidad para atraer industrias electrointensivas, justo cuando sectores esenciales buscan ubicaciones donde instalarse.
Además, como denuncia el propio presidente autonómico, Emiliano García-Page, parte de la electricidad generada aquí termina en otras comunidades industriales como Madrid o Cataluña, mientras el territorio productor pierde oportunidades de desarrollo económico.
El peso de Trillo: una losa para Castilla-La Mancha
Aunque el discurso se centra en el futuro verde, hay una realidad que no se puede esquivar: la energía nuclear sigue siendo parte esencial del sistema. Y Castilla-La Mancha no puede prescindir de ella, al menos a corto plazo. Y el cierre de la central nuclear de Trillo, previsto para 2035, supondría perder una fuente estable y continua de electricidad.
El modelo alternativo pasa por potenciar el ciclo combinado, pero esta opción tiene consecuencias. El uso de gas natural, fuente no renovable importada, implicaría más costes y menos seguridad. Además, se perdería capacidad de generar energía síncrona, fundamental para estabilizar la red.
Clúster energético: ¿realidad o promesa aplazada?
El término clúster energético (agrupación de empresas, instituciones y organizaciones relacionadas con el sector de la energía) suena cada vez con más fuerza en Castilla-La Mancha. Las condiciones están ahí: recursos naturales, espacio disponible y un mix eléctrico equilibrado. Pero la ejecución sigue pendiente. Y la pregunta que flota en el ambiente es clara: ¿qué está haciendo la administración autonómica para atraer inversión real?
Hace falta agilidad en trámites, incentivos fiscales y políticas claras para atraer talento y empresas. Porque producir energía no basta; es necesario que esa energía sea útil para generar empleo y tejido productivo. La posibilidad de convertirse en exportadora neta también está sobre la mesa. Aunque las industrias decidan dónde instalarse, Castilla-La Mancha puede aprovechar su capacidad de generación para generar ingresos, impuestos y actividad económica indirecta.
La transición energética no se detiene, y las autonomías que no se posicionen pronto corren el riesgo de quedarse al margen. Con un poco más de ambición institucional, Castilla-La Mancha podría pasar de ser un simple productor a convertirse en protagonista del modelo energético nacional.