Con más de siete décadas de trayectoria científica e industrial, busca revitalizar su sector atómico y posicionarse nuevamente como un actor relevante en el escenario energético internacional.
La historia nuclear argentina comenzó formalmente en 1950 con la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y el Instituto Balseiro. Apenas ocho años después, el país inauguró en Constituyentes el primer reactor nuclear de América Latina, diseñado y construido íntegramente con tecnología nacional. Este impulso se consolidó con la entrada en operación de Atucha I en 1974 —primera central del mundo en utilizar reactores de agua pesada presurizada alimentados con uranio natural— y con la puesta en marcha de Embalse en 1983. Pese a la paralización de Atucha II durante los años 90, la Argentina demostró resiliencia al completar la obra en 2014 con mayor participación tecnológica local.
Un entramado industrial robusto y la paradoja del uranio importado
El sector nuclear argentino se sostiene sobre una red de empresas estatales y mixtas que garantizan la autosuficiencia tecnológica:
- INVAP, referente global en reactores de investigación y exportador a países como Australia y Egipto.
- CONUAR, productor de elementos combustibles para todas las centrales nacionales.
- DIOXITEK, fabricante de dióxido de uranio y cobalto-60.
- ENSI SE, operadora de la planta de agua pesada.
Sin embargo, esta estructura convive con una paradoja: aunque cuenta con capacidades industriales completas, Argentina importa la totalidad del uranio que consume. La última explotación nacional cerró en 1995 por los bajos precios internacionales. A lo largo de su historia, el país produjo 2.582 toneladas de uranio, principalmente desde Sierra Pintada (Mendoza), depósito que aún concentra las mayores reservas.
Nuevos proyectos y reactivación exploratoria
El escenario podría cambiar con el renovado impulso a la exploración. El proyecto Ivana, en Río Negro, descubierto en 2011 por Blue Sky Uranium, es hoy el más prometedor. Sus recursos de baja ley pero localizados cerca de la superficie y en formaciones no consolidadas —que permiten extracción sin voladura— lo posicionan como un emprendimiento competitivo. Su avance se aceleró tras la entrada del inversor Abatare España, que comprometió hasta USD 35 millones para financiar las próximas etapas.
De alcanzar su potencial, Ivana podría triplicar la demanda anual de uranio del país (1,5 Mlbs de U₃O₈), incluso permitiendo exportaciones.
El interés también crece en Santa Cruz, con el proyecto Sofía, y en Chubut, donde el gobernador Ignacio Torres impulsa el desarrollo de Cerro Solo. El mandatario sostiene que la técnica de recuperación in situ (ISR) —que no utiliza cianuro ni requiere minería a cielo abierto— podría facilitar la aceptación social y reactivar la actividad extractiva provincial.
Nueva agenda: SMRs, soberanía energética y centros de datos de IA
Tras décadas de desarrollo del Reactor CAREM, cuyo prototipo CAREM-25 está paralizado al 85% por criterios de competitividad, la estrategia nuclear argentina adoptó un rumbo distinto. Bajo la conducción de Damián Reidel, asesor presidencial y presidente de Nucleoeléctrica Argentina S.A., se delineó un plan integral de transformación.
La hoja de ruta incluye tres ejes centrales:
1. Producción de SMR de diseño nacional
Se prevé la construcción de cuatro unidades del ACR300, un reactor modular avanzado patentado por INVAP. Las plantas se ubicarían en el complejo Atucha, financiadas con capital privado estadounidense y ejecutadas con proveedores argentinos, posicionando al país como fabricante de Small Modular Reactors (SMR).
2. Reactivación de la minería y exportación de combustible
Para abastecer la futura flota de SMR, se reimpulsará la minería de uranio. En este marco, YPF creó YPF Nuclear en 2025, orientada a desarrollar yacimientos en la Patagonia. El modelo plantea una integración vertical tipo “Gillette”, vinculando la venta de reactores a la provisión de combustible.
3. Ciudad nuclear y polo de inteligencia artificial
El plan contempla además la construcción de una “ciudad nuclear” en la Patagonia, concebida como un hub de energía segura y estable para atraer centros de datos de gran escala. Esta disponibilidad energética ya motivó la firma de Cartas de Intención por parte de OpenAI y Oracle, con inversiones estimadas entre USD 20.000 y 25.000 millones para el desarrollo de infraestructura de IA.
Con estos proyectos, Argentina busca dejar atrás su rol de usuario de tecnología nuclear para convertirse en productor, exportador y proveedor estratégico en un contexto mundial marcado por la electrificación, la transición energética y el auge de la inteligencia artificial. El desafío requerirá inversiones sostenidas, consenso político y compromiso regulatorio, pero podría reubicar al país en la frontera tecnológica que supo liderar en el pasado.