Electrones libres
El nuevo decreto es un paso más en la apertura del mercado eléctrico, que comenzó a configurarse a partir de la Ley Reguladora del Marco Energético (16.832), del año 1997, que incluía la libre generación y la creación y regulación de un mercado eléctrico, con su propia administración (ADME). La ley se aprobó en 1997 (segunda presidencia del doctor Julio María Sanguinetti) y especialmente durante los gobiernos del Frente Amplio (2005-2020) se sumaron centenares de megavatios de generación en base a energía renovable, a partir de inversiones empresariales locales e internacionales en parques eólicos y, más recientemente, fotovoltaicos, asó como se instalaron algunas empresas de generación en base a biomasa. Parques eólicos de UTE también se sumaron, así como la generación de las plantas de celulosa.
Todos esos proyectos se fueron incluyendo en el abastecimiento de la demanda a través de contratos con precio fijo. El marco regulatorio también habilitó desde el principio la posibilidad de contratos entre empresas y un mercado spot, pero estos han tenido poco desarrollo por diversas limitaciones. Una de ellas es la que se levanta con el nuevo decreto, pero en UTE se discute si impugnarlo. El directorio está dividido.
Desde el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM), que encabeza el Ing. Omar Paganini, se entiende que el nuevo decreto promoverá la inversión en generación y bajará los costos, lo que redundará en beneficio de la economía y los consumidores. En especial, permitirá atraer proyectos con alta demanda energética, y que hasta ahora no lograban instalarse por costo y/o capacidad de respaldo. Se mencionan los proyectos para generar hidrógeno verde y también para baterías de diversos usos (entre ellos, movilidad eléctrica). A su vez, muchas empresas internacionales, cada día más alineadas con objetivos ambientales, ven una oportunidad muy atractiva en proveerse de energía renovables con nuevos contratos, lo que reforzaría su sustentabilidad. Es el caso de Montevideo Refrescos SA, que ya firmó –en el régimen actual- un contrato de suministro de energía eléctrica con el parque eólico Albisu (Salto) de la empresa internacional de energías renovables Atlántica. En este caso la potencia firme la aporta una empresa que genera en base a biomasa.
Desde la Asociación Uruguaya de Generadores Privados de Energía Eléctrica (AGPEE) defienden el nuevo decreto. Destacan que el Costo de Abastecimiento de la Demanda de energía eléctrica (CAD) ha bajado sustancialmente con la incorporación de las energías renovables de los parques de inversores. Según sus números (basados en un estudio de consultora Exante), el costo unitario bajó de 64 a 38 U$S/MWh, una caída de 50% en términos reales (gráfica). Las tarifas de UTE bajaron, pero en porcentaje bastante menor. Según AUGPEE esto ha permitido una mejora sustancial en los resultados de UTE.
Los directores que se oponen al decreto y el sindicato hablan de privatización. Entiendo que privatizar es vender un capital de propiedad estatal a un empresario independiente o empresa no estatal. No es el caso: el proceso de los últimos años ha abierto más espacio a la inversión en energía, que el Uruguay está necesitando para poder seguir creciendo. Es obvio que para UTE esto es un desafío, el tema es cómo enfrentarlo. La empresa estatal tiene un punto en remarcar la asimetría entre los contratos vigentes (que paga ella), respecto a los nuevos, más competitivos, que podrían quitarle clientes. Pero también tiene espacio para mejorar su competitividad y bajar tarifas. Y si está cargando con obligaciones de corte más social y subsidia a determinados sectores o población, sería bueno transparentarlo y aclarar las cuentas. Las políticas energéticas y las sociales son cosas distintas.