Exportación nuclear a Corea

A fines de 2019, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) firmó un contrato con el KIRAMS, el Instituto Coreano de Servicios Médicos y Radiológicos, para transferir la tecnología de un acelerador de partículas desarrollado en la Argentina. El contrato, por un monto de 700.000 dólares, incluía la construcción e instalación de un prototipo en el KIRAMS –un instituto asociado a un hospital de Seúl en el que se hace investigación y desarrollo en medicina nuclear– y la capacitación a científicos de ese país.

Recientemente, especialistas de la CNEA regresaron de su primer viaje a Corea del Sur en el que se instalaron las primeras piezas del acelerador de partículas. Una vez instalado y en funcionamiento, en abril del año que viene, se espera que los científicos coreanos avancen en el manejo de la terapia de captura neutrónica en boro (BNCT) para el tratamiento del cáncer, gracias a la experiencia brindada por sus pares argentinos.

La exportación consiste en un prototipo pequeño, que les permitirá conocer los principios del funcionamiento de la técnica. Durante los años 2020 y 2021 se fabricaron localmente las piezas y se enviaron de acuerdo con el cronograma acordado antes de la irrupción de la pandemia. Esta semana, volvieron a la Argentina los técnicos e investigadores argentinos tras terminar las tareas de instalación de la parte mecánica del dispositivo, entre las cuales está el sistema de alto vacío. El próximo paso depende de los investigadores coreanos, que deberán adaptar las instalaciones eléctricas y electrónicas del centro de salud adonde funcionará el acelerador, que funciona con una tensión de un millón y medio de voltios. A fines de abril se hará otro viaje de especialistas argentinos para terminar la instalación y hacer la puesta en marcha del dispositivo.

El proyecto desarrollado por la CNEA es un acelerador lineal de tres etapas con distinta potencia cada una. Posee una fuente de iones de hidrógeno que se aceleran hasta el 2,2% de la velocidad de la luz (casi 700 kilómetros por segundo) por un tubo de alto vacío y luego impactan contra un blanco, lo cual produce una reacción nuclear que da como resultado un flujo de neutrones.

La terapia que permite este acelerador consiste en inyectar boro 10 en los pacientes, el cual es absorbido en mucha mayor proporción por las células que crecen a más velocidad, una característica propia de los tumores. En un segundo paso se utiliza el acelerador de partículas para acelerar iones de hidrógeno hasta una velocidad de 700 kilómetros por segundo y se los hace chocar contra un blanco que libera neutrones, que viajan hasta el cuerpo del paciente y se incorporan al boro 10 convirtiéndolo en boro 11 –que luego decae a litio 7–, liberando rayos alfa que son capaces de destruir a la célula tumoral sin afectar a las células vecinas. Se trata de una técnica todavía experimental que ofrece buenos resultados para tipos de cáncer que no responden bien a otras radioterapias, como el de piel, cerebro, cabeza, cuello, hígado y pulmón. Este tipo de terapia ya fue usada de forma experimental en nuestro país pero usando neutrones generados por el reactor nuclear RA-6 del Centro Atómico Bariloche.

Andrés Kreiner, subgerente de Tecnología y Aplicaciones de Aceleradores de la CNEA, le dijo a TSS: “Me invitaron a ir a Corea porque escucharon algunas conferencias internacionales adonde yo presenté nuestro proyecto. Fui a fines de 2018, cuando hicieron un pequeño workshop en el que había también gente de Japón. A partir de ahí empezaron las tratativas sobre cómo llevar adelante la transferencia y en diciembre de 2019 firmamos un contrato de innovación tecnológica, que empezamos a ejecutar a principios de 2020”.

El contrato se firmó antes de la pandemia y se estableció un cronograma para la fabricación de los componentes. “En parte, los fabricamos nosotros en el Centro Atómico Constituyentes y algunas cosas se tercerizaron. Siguió la integración para que ellos terminaran de instalar lo que tocaba de su lado porque nosotros les pasamos algunos planos, que era parte de la transferencia, así como especificaciones técnicas para que fabricaran partes voluminosas, que no valía la pena hacerlas acá y mandarlas por avión. Algunas cosas pesadas también fueron por barco, como transformadores, que son objetos tecnológicamente sofisticados. Hicimos toda la simulación numérica de estos transformadores que son bastante especiales porque son para alta tensión”, explicó Kreiner.

Una gran ventaja de este acelerador de partículas es que, una vez apagado, no produce radiación ni tampoco genera radioactividad residual, por lo que tiene una operación simple y segura. El acelerador está montado en forma vertical y debajo tiene un imán que desvía el haz a noventa grados. En la iniciativa trabaja personal del Departamento de Tecnologías y Aplicaciones de Aceleradores de la CNEA, y además cuenta con con participación de científicos de la UNSAM y del CONICET.

Un factor central del contrato de transferencia consistió en la preservación de la propiedad intelectual argentina sobre el desarrollo del acelerador. En el pasado, Corea del Sur intentó comprar el diseño de reactor modular CAREM pero finalmente creó su propio diseño, llamado Smart 100, que muchos afirman que es particularmente similar al diseño argentino. Sobre el tema, Kreiner afirmó: “En el contrato se aclara que la propiedad intelectual es nuestra y transferimos parte del know how con esa condición. Ellos pueden usarlo pero no tienen derecho a transferirlo a terceros y eso está firmado. Es complicado defender la propiedad intelectual pero, por lo pronto, hay un contrato firmado de buena fe con un instituto de investigación y es hasta donde uno puede llegar. Por otro lado, yo creo que si la interacción es satisfactoria es probable que ellos continúen con la investigación porque esto es un prototipo a escala reducida. Ellos querían ver primero cómo funciona la máquina, empaparse un poco de los detalles, de cuáles son la particularidades que tiene. No hay otra máquina igual en este momento en operación y, si esto sale bien, es muy probable que ellos quieran seguir adelante con una máquina más grande”.

El proyecto, inicialmente se empezó a desarrollar a finales de los años noventa, y consiguió financiamiento de la entonces Secretaría de Ciencia y Técnica, aunque por la crisis de 2001 nunca llegó a acreditarse. En el año 2008 volvió a reactivarse pero durante de los años del macrismo hubo muchas pérdidas de personal. Algunos ingenieros jóvenes del proyecto se fueron del país o pasaron al sector privado en busca de mejores sueldos, y los más antiguos debieron jubilarse. “Necesitamos el apoyo de la CNEA porque hemos tenido pérdidas de personal muy importantes  durante el macrismo. Esa situación todavía no se pudo revertir aunque estamos ahora tratando de recomponer el plantel, de compensar pérdidas que tuvimos. Tuvimos renuncias de gente que se fue motivada por la falta de salarios competitivos y de perspectivas de crecimiento laboral”.

Pese a que durante el Gobierno de Cambiemos la CNEA sufrió recortes en casi todos los proyectos, en el caso de los aceleradores ya existían contratos con empresas privadas que no se podían cancelar, lo que favoreció la continuidad del proyecto. Kreiner también habló de las dificultades presupuestarias que tuvo que enfrentar para llevar adelante el proyecto: “En la época de Gadano (Julián, ex subsecretario de Energía Nuclear) tuve dificultades para viajar al exterior, en particular en situaciones en las cuales prácticamente se me pagaba todo de afuera y solo había un pequeño gasto que se estaba pidiendo a la CNEA, que era más que nada simbólico. Los viajes que se hicieron ahora son todos financiados con el dinero que nos pagó Corea, no hay un peso que salga de la CNEA y aún así eso requiere de autorizaciones insólitas, que las firmaron el ministro de Economía y el jefe de Gabinete de Ministros, son cosas absurdas”.

El acelerador desarrollado por el grupo que dirige Kreiner también sirve para producir radioisótopos para radiodiagnóstico, lo que constituye un método alternativo a la producción de molibdeno con reactores, un sector en el que la empresa rionegrina INVAP se ha convertido en uno de los líderes a nivel mundial. Y la CNEA planea seguir adelante con un programa de desarrollo de tecnología de aceleradores. “Así como, tradicionalmente, la CNEA se dedicó a la tecnologías de reactores, nosotros planteamos el tema del desarrollo de aceleradores con tecnologías propias. El organismo fue más que nada usuario de tecnología de aceleradores y esto es un intento serio para que la Argentina también produzca su propia tecnología de aceleradores para satisfacer sus necesidades y, eventualmente, para exportarla, como se está haciendo a un país desarrollado como Corea del Sur”, concluyó Kreiner.

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