Por estos días, el oro brilla más que nunca. Históricamente codiciado, es un recurso clave en industrias como la joyería, la tecnología y la medicina; y por supuesto, es un pilar financiero que se destaca en tiempos de alta incertidumbre económica. En este contexto, la NASA sorprendió al mundo al descubrir una reserva de oro de más de 20 millones de toneladas disuelta en los océanos.
Sin embargo, este tesoro no está al alcance de la mano. A diferencia de las minas terrestres, este oro se encuentra disperso en el agua de mar en concentraciones mínimas, lo que hace que su extracción sea, por ahora, un sueño lejano. Los métodos tradicionales de minería no sirven: no hay vetas ni depósitos sólidos, solo partículas diminutas en un medio líquido.
Desafíos económicos y ecológicos
La viabilidad económica de esta extracción es uno de los mayores obstáculos. A esto se suma el impacto ambiental, un tema sensible tras experiencias como la minería submarina en Papúa Nueva Guinea, donde la explotación del lecho marino alteró ecosistemas acuáticos.

¿Cuáles son las reservas más grandes del mundo?
Más allá de que la mayor cantidad de oro está en los océanos, las principales fuentes de extracción de oro en el mundo se encuentran en minas terrestres. Entre las más grandes se incluyen: Nevada Gold Mines (EE. UU.), Muruntau (Uzbekistán), Grasberg (Indonesia), Olimpiada (Rusia) y Pueblo Viejo (República Dominicana).
Por otro lado, los países con mayores reservas de oro acumuladas son: Estados Unidos: 8.133,46 toneladas; Alemania: 3.351 toneladas; Italia: 2.451,84 toneladas; Francia: 2.436,94 toneladas; Rusia: 2.335,85 toneladas; y, finalmente, China: 2.264,32 toneladas.
Localmente, las provincias líderes en producción son Santa Cruz, San Juan y Catamarca, y Río Negro comienza a asomar en el escenario de la minería de oro.