El petróleo y el gas nadan en la abundancia y empiezan a sobrar

Durante años, el debate energético mundial ha estado dominado por un mantra repetido hasta la saciedad: la era de la energía barata había terminado. Se invocaba la escasez estructural, la subinversión crónica y la fragilidad de un sistema sujeto a crecientes tensiones geopolíticas. Sin embargo, los datos físicos y los movimientos del mercado actuales cuentan una historia muy diferente. El mundo nada en un vasto océano de petróleo y gas. La abundanciano la escasezes la característica que define este ciclo, y el precio del barril, que ronda los 60 dólares, a pesar de las tensiones geopolíticas y las incertidumbres económicas y comerciales, es solo una de las señales visibles de esta nueva era energética, con nuevos factores de equilibrio en este complejo mercado.

Contrariamente a las predicciones más catastróficas, las grandes perturbaciones de los últimos años (desde la guerra en Ucrania y las sanciones occidentales a Rusia hasta los recortes de producción de la OPEP+) no han provocado un déficit sostenido de suministro. Por el contrario, el mercado revela un creciente excedente de crudo que se ha vuelto estructural. Los inventarios en Estados Unidos y Europa están aumentando, el tráfico marítimo de petróleo se mantiene en máximos estacionales y, a pesar de las sanciones, el crudo ruso está lejos de desaparecer del mercado.

El llamado comercio de «petróleo paria» —el petróleo vendido por Rusia y otros países productores para eludir las sanciones internacionales— ha demostrado ser notablemente resistente. Las medidas de represalia destinadas a estrangular las exportaciones rusas no han interrumpido sus flujos de suministro. Los barriles simplemente han cambiado de manos, rutas y líneas navieras, encontrando compradores en Asia dispuestos a aprovechar los precios más bajos. Todo esto deja un recordatorio incómodo: la reestructuración del negocio de los combustibles fósiles conlleva costos para los vendedores, más que para los compradores. Esto se evidencia en el hecho de que los países productores de petróleo comenzaron a reducir sus recortes de suministro este año para recuperar participación de mercado.

El círculo virtuoso

El nuevo panorama de producción refuerza este diagnóstico. En la costa estadounidense del Golfo de México, se están poniendo en funcionamiento nuevas terminales de gas natural licuado (GNL), lo que suma un volumen de exportación que, en tan solo unos años, equivaldrá a toda la demanda anual de gas de Europa. En Brasil y Guyana, las plataformas flotantes de producción continúan impulsando la oferta mundial de crudo ligero y competitivo. En Arabia Saudita, el gigantesco yacimiento de gas de esquisto de Jafurah está avanzando hacia la producción, liberando petróleo que antes se utilizaba para la generación de energía y aumentando los volúmenes disponibles para la exportación.

Cada uno de estos proyectos, individualmente, es significativo. En conjunto, presentan un panorama convincente: la oferta crece a un ritmo mayor que la capacidad de absorción de la demanda. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) lo reconoce. Incluso en sus escenarios más conservadores, como se indica en su última perspectiva de mercado, el crecimiento de la demanda de petróleo se está desacelerando, y en sus escenarios más ambiciosos, prevé alcanzar su pico estructural en esta década. La erosión del consumo de combustible para carreteras en EuropaEstados Unidos y China, resultado de la electrificación del transporte y el aumento de la eficiencia, apunta en la misma dirección.

 

El resultado es un mercado donde la elasticidad de la oferta supera con creces la elasticidad de la demanda. Los precios tienden a estabilizarse en niveles de 60 dólares o incluso inferiores, con la paradoja añadida de que los acontecimientos geopolíticos que antes habrían impulsado el precio del barril ahora se ven diluidos por el exceso de oferta. Cuando el mercado está bien abastecido, la geopolítica deja de ser un multiplicador de riesgos y se convierte en un factor manejable.

El gas barato está llegando a su fin

La historia del gas norteamericano es algo diferente. La «época dorada» del gas ultrabarato en Estados Unidos ha terminado no por la escasez de la molécula, sino porque la creciente exportación de GNL y la reducción de la extracción de petróleo de esquisto y la producción contenida de gas asociado están a punto de reducir el mercado. Para los compradores del otro lado del comercio con Estados Unidos, el balance general se mantiene del lado de la abundancia: Europa entra en el invierno con un almacenamiento abundante, Asia muestra una demanda menor de lo previsto y los nuevos proyectos de GNL prometen un mundo con capacidad suficiente para cubrir el consumo máximo.

 

Nada de esto implica que la energía siempre será barata ni que la volatilidad haya desaparecido. Pero sí significa que el marco estructural ha cambiado. No nos enfrentamos a un sistema frágil dominado por la escasez crónica, algo que, de hecho y contrariamente a cierta percepción, nunca sufrimos en los últimos años. Para los exportadores, implica presiones fiscales y desafíos estratégicos; para los importadores, abre una ventana inesperada de estabilidad y competitividad; para los mercados, redefine los precios de equilibrio y las expectativas de inversión.

 

La transición energética —que sin duda avanza, aunque a ritmos desiguales— forma parte de este panorama, pero no es su catalizador. La caída de los costos de la energía solareólica y de baterías, junto con el mercado emergente de vehículos eléctricos, contribuye a una demanda más fluida, pero la realidad subyacente sigue siendo puramente metafísica: se produce más petróleo y gas del que el mundo necesita. Este es el verdadero quid de la cuestión del mercado energético mundial actual.

Por lo tanto, el enfoque no debería centrarse en la búsqueda de un nuevo superciclo alcista que parece no llegar nunca, sino en comprender la economía de la abundancia: un mundo donde un excedente puede generar inestabilidad entre los productores y acelerar los reajustes geoestratégicos. Hemos entrado así en una nueva erala de la abundancia inestable. Esta nueva era parece pertenecer a la tecnología y a los estados eléctricos, ya no a los recursos y a los petroestados.

 

* Norbert Rücker es director de Investigación Económica y Next Generation de Julius Baer

Compartir nota:
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Facebook

Contenido exclusivo para socios

¿Todavía no sos socio?