Fuera de los comentarios superficiales u obvios, uno de los primeros aspectos que mostraron un cambio ocurrió en el Reino Unido, el principal aliado económico y militar de los Estados Unidos.
En el Reino Unido, el jefe de la oposición británica, Cammy Badanock, pidió hoy en el Parlamento al primer ministro, Keir Starmer, que se disculpe por las palabras del ministro de Asuntos Exteriores, David Lammy, que anteriormente había llamado a Trump un “neonazi que odia a las mujeres”.
Para algunos ciudadanos con preocupaciones terrenales pero vitales para la condición humana, se está produciendo un fenómeno global que consiste en “despertar e iluminar”.
Puede decirse sin mayor hesitación, que desde la guerra fría se desataron en el mundo fuerzas que no entendieron la necesidad de la humanidad de construir o reconstruir un mundo con mayor transparencia en las relaciones sociales, políticas y geopolíticas.
- El triunfo de Trump será un freno al mundo Woke y a la Agenda 2030.
El mundo Woke más recientemente, la Posverdad o la Postmodernidad, el colonialismo ideológico, el relativismo ético atizado por las ideologías extremas expusieron como verdades reveladas, casi dogmas, que todo lo que es correcto debería ser revertido.
En el mundo se retrocedió años, siglos o hasta milenios en la evolución del pensamiento humano y lo que se perdió fue, precisamente la humanidad. El humanismo fue lo que alentó el progreso de la humanidad desde que un hombre encendió el primer fuego para abrigar a su primitiva familia, o cuando aprendió a usar la piedra como herramienta, o cuando llegó a entender que habría mayor calidad de vida a partir de la Era de los Metales que, evolución mediante, permitió a la inteligencia humana pasar de sólo 48 millones de habitantes en el año cero de nuestra Era, a los más de 7.500 millones de hombres, mujeres y niños que habitamos este planeta.
La imprenta, el cisma protestante, la máquina de vapor, la industria, la penicilina, el simple lavado de manos para atender a una parturienta en una Europa aún medieval, fueron jalones (en distintos tiempos) de la inteligencia humana que definieron el progreso social, la libertad y hasta los sistemas democráticos que dejaron atrás a esa adolescencia crítica de la humanidad que fue el feudalismo, la barbarie, la crudeza de los procesos colonizadores, la inquisición, el gran califato…
El mal llamado progresismo llegó en este tiempo a repensar si era una pérdida de tiempo o no responder a los terraplanistas, al colonialismo ambiental, a los que niegan el valor de la ciencia para sostener con alimentos y con salud, más una expectativa de vida que se va extendiendo y que llegará a los 100 años.
Este progresismo se originó en las ideas gramscianas, en el marxismo, en el nihilismo suicida del trotskismo y hoy pone en discusión si un vida judía vale menos que la de un ser humano emergente de los mismos genes ancestrales.
Los discursos europeos de la socialdemocracia saturaron el mundo de consignas que dieron pie a la justificación y mantenimiento de regímenes autoritarios y criminales a pesar de que fue la Europa contemporánea la que sufrió la pérdida de decenas o centenas de millones de vidas entre las guerras y las persecuciones étnicas o religiosas.
Una parte del mundo occidental se olvidó que las modernas sociedades occidentales fueron paridas en las pasiones generacionales que escribieron con su propia sangre las palabras que deberían ser sagradas para toda la humanidad: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Hoy, el mundo debate, conciente o inconcientemente, si esas tres palabras tienen sentido, aplicación práctica en la vida cotidiana, o si son descartables piezas de un supuesto museo de la historia del pensamiento humano.
La realidad mantuvo toda una jornada, este 5 de noviembre de 2024, en vilo a todo el mundo para verificar si la mayor potencia occidental se inclinaba por valores necesarios para, sin exagerar, preservar la vida y la integridad humana.